Como te lo cuento:: October 2008

Saturday, October 25, 2008

ÍTACA



Si vas a emprender el viaje hacía Ítaca ,
pide que tu camino sea largo;
rico en experiencias, en conocimiento.
(...)
Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ítaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas.


K. KAVAFIS -Poesías completas-
Foto de abril 2008...muy lejos de casa.

Saturday, October 18, 2008

QUIRÓFANO 41

       Dicen: escribe sobre lo que conoces. Y entonces aparece el ojo. Imagino que la cosa debió suceder así: el primer día se creó el paño verde. Cuadrado, tamaño mantel; con un gran agujero central. Sólo con uno, rodeado de ese tipo de muerte que llamamos esterilidad.  Luego vino el equipo diseñado para niñas. Tijeritas. Pinza. Aquella paradoja semántica en forma de aguja con punta roma.  Y sólo entonces fue el paciente; fue el accidentes facial; fue la mirada.

Más del 90% de la información que captamos nunca llega. Prefiere entregarse a los cantos de sirena que empiezan donde la pupila ya no ve. En cada  desvío hacía la corteza occipital se aleja un trozo de lo imperceptible. El movimiento del índice al partir nueces. El pestañeo del profesor; el pestañeo del aula. El charco en la rueda del autobús. Se van todos. 

Los que creían en el olvido conocieron el mórfico. Su nombre viene “del que hace dormir”, y su sitio se encuentra entre dos fronteras: la esclera ocular y el nervio óptico. El lugar donde empieza la pérdida. Allí trabajo: exactamente donde la imagen se hace pensamiento.  Se abre el ascensor por la mañana, y me trae una enfermedad con nombre de persona. Los siento en fila, el glaucoma al lado de la catarata, o quizá separados por el estrabismo. Las gotas de anestesia tópica han hecho ya su efecto, y ellos lo saben porque no hablan, porque  hay algo nauseoso en los ojos quietos. Te miran con insistencia enfermiza. Por mucho que se agiten estúpidamente las manos, las  palabras o el pelo, queda siempre la cañería inmóvil que lleva al cerebro, observándote. Entonces me acerco a esa presa mansa donde nace la memoria y con mi inyección le arranco de un golpe movimiento y deseo. Y sólo ahora el chorro de luz entrando en la pupila abierta ya no duele; sólo ahora no cierras los ojos siquiera a esa cámara posada en la conjuntiva que te mira dentro. Es sólo ahora que, por primera vez , lo ves todo.