Como te lo cuento:: CRÓNICA DE UN DÍA

Saturday, February 10, 2007

CRÓNICA DE UN DÍA


8:00. DESAYUNO

Es difícil saber cuándo empiezan las cosas. El principio es algo que se caracteriza por reconocerse a posteriori. Pasa como con la felicidad. Un comienzo es un instante, e instantes transcurren mientras escribo esto. Acunándome en la experiencia, arriesgo. Tachón. Pese a la experiencia, arriesgo, porque creo que es lo que deben hacer aquellos que no pueden perder nada. Siempre me sentí orgullosa de una cualidad que al convertir en reglón escrito destruyo. La de saber cuando no pensar. La de dejar de usar, como si fuera para siempre, esos verbos que aparecen en las páginas de economía de los periódicos: sopesar, estimar, prever .

12:00 APERITIVO LIGERO.

Y es que hay gente que parece empeñada en comer aunque no tenga hambre. Por otro lado estoy yo, que por lo visto “atiborro”. Y no me refiero a alimento, ni nutro, ni siquiera cebo. Se ve hay personas que vamos por la vida metiéndoles a los demás la papilla en la boca. Y a estos, después del atracón, ya no les queda otra que trasformarse en bulímicas y vomitivas conciencias. Eso me convierte en un ser anorexígeno. Visto y releído podría ser peor, claro. Mi psicóloga dice que la solución es evidente. Dejar de hacerlo. Soy inmediatamente informada del significado de la frase anterior. Dejar : “Soltar una cosa. Renunciar a ella. Abandonar. Consentir, permitir”. También “faltar, desaparecer o ausentarse”.
Ahora camino devorándolo todo...entre bocas huecas, sin lengua, ni saliva, ni chirriar de dientes. Curiosamente sigo perdiendo peso.

14:30 ALMUERZO.

Una vez conocí a un tipo que hacía el amor como quien hace análisis de “Minimización de costes”. Se sentaba en la mesa del despacho de su relación cual gerente al mando de un hospital. Convertía las caricias en escáneres cerebrales, los besos en endoscopias quizá no indicadas, las esperas frente a teléfonos que no suenan en costes indirectos por absentismo laboral. Después traducía todo ello en años ganados, calidad de vida, morbilidad sentida, etc. Y finalmente, sin siquiera acusarlo con un fino movimiento en las aletas de la nariz, parte del cuerpo ésta indudablemente creada para dar rienda suelta a la tensión generada al desempeñar ciertas actividades administrativas de contenido desagradable, toda su situación amorosa venía convertida en euros. Catapultada en la base de datos, estigmatizada en cifras...redondeada sin piedad.
Todavía mantengo incaduco el estupor que experimenté al enterarme de que los gerentes no son nunca médicos.


16:30 CAFÉ.

Rompió la puerta de cristal de una única patada. Trozos de vidrio sesgando la tela del pantalón como trenes de vapor en un campo de trigo. Esperó, sangrando pacientemente, la llegada del escándalo y no pudo evitar sorprenderse cuando el único en acudir fue un mensaje que venía de lo más profundo de ese país fronterizo al que algunos llaman “Lucidez”: “No sabemos por qué lo haces. Quizá tú lo sepas, pero eres el único. Abundan los que viven sumidos en problemas exclusivamente porque nunca se han tomado el tiempo necesario para explicarles a los demás que es lo que falla”. Al terminar de hablar, sopesó cuidadosamente la textura y sabor de sus palabras, y, después de encontrarlas inusitadamente acertadas, se las guardó en el bolsillo dándose cuenta de que el verdadero destinatario era sin duda su hija. Durante el resto de la jornada se llevó varias veces la mano a la parte de la chaqueta que las envolvía, sólo para asegurarse de que seguían ahí, disponibles. Al llegar a casa entró directamente en el cuarto de ella y las esparció por la almohada, segura de que no hay mensaje mejor que el dirigido al oyente necesitado. Es sorprendente el resultado que puede tener una patada dada en el lugar correcto.


19:00 CAÑAS.

Lo había escrito y ahora no sabía como usarlo. Decía: “Esta mañana, al coger el periódico, un poco de tinta se me ha quedado pegada a los dedos, y después, mientras hacía la cama, parte del negro se ha depositado en las sábanas. Al releer el párrafo del que proviene la mancha he comprobado que habla de aquel pueblo que quedó años atrás sepultado por las aguas del pantano vecino, ¿te acuerdas?. Así que ahora, cuando duerma, una parte de mi va a encontrarse ahí bajo, nadando entre las casas repletas de peces y teléfonos y grifos que se olvidaron de cerrar”.

21:00 CENA.

Repasando el día me sentí más cerca de aquellos que siendo siempre vecinos modelos y modélicos, trabajadores sociales modelos y modélicos, estudiantes ídem e ídem, un día cogen la escopeta de su padre (probablemente merecedor de los mismos dos adjetivos que su vástago) y acuden al Corte Inglés con el único objetivo de modificar ese trozo de piel sin nombre que lucimos entre las cejas. Es lo que tienen las balas: generalmente modifican cosas.



23:30 PENSAMIENTOS QUE APARECEN AL CERRAR LOS OJOS.

Existió hace poco un punto final que creció convencido de ser punto y seguido. La naturaleza del error no deja de ser desconcertante, y al conocer los detalles de la historia no pude por menos que preguntarme como pudo un trastorno así pasar desapercibido tanto tiempo. El protagonista vivió su disociada existencia corriendo de un texto a otro con la lengua fuera. Al llegar a, lo que él creía, era el momento álgido de la historia, se zambullía en ella dispuesto a hacer su trabajo como mejor sabía. Se hinchaba de orgullo, más redondito que nunca, y mientras con una mano agarraba esa fila de hormigas muertas cargadas de significado, extendía la otra en espera de una frase magistral que resolviera el cuento, la trama, el mundo. ¡Pobre, pobre punto y final!. En el mejor de los casos no aparecía nadie, y él volvía a casa asumiendo que la responsabilidad era suya por acudir siempre tarde. Es curioso la cantidad de gente que va por el mundo convencida de no llegar nunca a tiempo. Otras, en cambio, alguna frase trivial que se encontraba en ese momento desocupada, cometía la torpeza de engancharse al tren sin destino, confundiendo inevitablemente a otras, en su mayoría lugares comunes, refranillos y demás accidentes gramaticales con pocos estudios, hasta formar lo que el diccionario definiría como “auténtico malentendido”. El fracaso (palabra que lleva adherida de por sí la cualidad de ser “estrepitoso”) era en estos casos, además, devastador. Y es que nunca se ven tantos heridos en la campo de batalla como cuando alguien se olvida de poner el punto final...en los finales.






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