Como te lo cuento:: EL AGUJERO

Wednesday, March 07, 2007

EL AGUJERO

...Se sudaban, se arañaban, se acoplaban, se mordían, se chupaban, se bebían, se resbalaban entre los dedos, se encontraban, se absorbían, se expulsaban, se mordían el labio inferior, se descuartizaban, se arqueaban las cejas, se arrojaban por la nuca, se desordenaban. Y después se dormían...

El agujero apareció de repente. En medio del salón. No era muy hondo ni muy ancho. No era muy nada. Era negro. Así se describen todos los agujeros en literatura, pero sólo algunos lo son verdaderamente. No repararon en él hasta que Chica metió un pié dentro. Lo miró sorprendida. Un agujero es a un salón lo que una lengua a un salvapantallas, una bailarina a un desierto, un costura a un periódico. Esperó a que llegara Chico y le interrogó sobre su procedencia. Intentó que no se notara el reproche en su voz. Chico miró el agujero. No le pareció ni muy hondo ni muy ancho. Negro. Le preguntó extrañado a Chica que para qué había hecho un agujero en el suelo del salón. Chica respondió que si había sido la primera en formular la pregunta era precisamente porque ella no era la autora. Intentó que se notara el reproche en su voz. Hablaron un rato, no llegaron a ninguna conclusión y decidieron olvidar el asunto. Después se quedaron en silencio. Se retiraron asumiendo la culpabilidad del otro.

...Se enroscaban como tuercas, se diluviaban, se cosían con el pelo, se lamían, se fragmentaban, se fundían, se transformaban, se dislocaban y comían, se enclavaban, se miraban a los ojos, se los sacaban, se escribían, se inscribían, se leían, se jugaban, se perdían. Y después se dormían...

Al día siguiente el agujero había cambiado. Era más hondo y más ancho. Igual de negro. Se miraron y dijeron cuatro palabras a la vez. “Yo no he sido”. Después se quedaron en silencio. Chico sugirió que quizá hubiera estado allí desde el principio. “Qué absurdo”-respondió Chica-“En el salón. Cuenta de que tiene un agujero en el salón. Nadie compra una casa sin darse cuenta de que tiene un agujero en el salón”. “Lo ha vuelto a hacer”-pensó Chico- “Ha empezado la frase por el final. Últimamente lo hace a menudo”. No dijo nada. Decidieron juntos que no tenía importancia. Se separaron pensando que sí la tenía. Y comenzaron a vigilarse mutuamente. “Si continúas metiendo la mano para tocar el fondo lo haces más hondo”-decía Chica. “Si caminas tan cerca del borde lo haces más ancho”-decía Chico.

...Se subían por la espalda, se escondían, se buscaban, se miraban como si nunca se hubieran visto antes, se exploraban, se reconocían, se sabían, se arrancaban, se recorrían sentados frente a frente, se enloquecían, se deletreaban en el vaho del espejo, se atisbaban, se apuntaban, se buscaban con los dientes, con las uñas, con las plantas de los manos. Y después se dormían...

La primera cosa que hicieron el amanecer del tercer día fue correr al borde del agujero. Sin duda, era más grande. Dedos del pié de Chico a la derecha, dedos del pié de Chica a la izquierda, negro en medio. Y empezaron a gritarse. “ Sólo has podido hacerlo tú”- dijo Chica. “Sólo has podido hacerlo tú”- dijo Chico. Después se quedaron en silencio. Chico añadió: “De los dos se ha levantado. Juntos. Sabemos que ninguno de las dos se ha levantado. Hemos dormido juntos. Sabemos que ninguno de los dos se ha levantado.” “Lo ha vuelto a hacer”-pensó Chica- “Ha empezado la frase por el final. Últimamente lo hace a menudo”. No dijo nada. Decidieron que debía ser una tercera persona, por lo tanto, la que entraba en su casa por las noches para hacerlo cada vez más y más profundo. Tapiaron entonces las ventanas, sellaron las puertas, corrieron cerrojos, taponaron chimeneas y escaleras secundarias. Aislados. Satisfechos. Encerrados y solos. Ellos, y el agujero.

...Se enloquecían, se marcaban la piel, se susurraban, se tiraban del pelo, se yuxtaponían, se verbalizaban, se disgregaban, se anochecían y volvían a amanecer, se bostezaban y sacaban la lengua, se admiraban, se conocían, se acariciaban el uno al otro las rodillas, se curaban, se ponían de puntillas, se chocaban a propósito, a deshoras, se encajaban mandíbula con mandíbula. Y después se dormían...

El cuarto día Chico y Chica no entraron en el salón. No podían. No había suelo. Hablar de “agujero” dejó de tener sentido. Era un espacio limitado por cuatro paredes cuya base se encontraba a varios metros de profundidad con respecto al resto de la casa. Seguía siendo negro. Chico y Chica se miraron asustados. Pasaron el día sentados en los bordes, pies, tobillo y rodilla colgando dentro. Hablaron. Más bien poco. “¿Ahora y hacemos qué?-dijo Chico. “¿Qué cambias por palabras orden el?. Entiendo no te”. Respondió Chica. Y después, se quedaron en silencio.

...Se pintaban, se duchaban, se lanzaban a correr cuesta arriba, se tocaban el piano, se limpiaban la humedad, se encalaban los techos del cuerpo, se barrían las esquinas del deseo, se enchufaban, se perdían, se tejían, se sumaban, se construían, se creaban, se recreaban, se destruían, se empezaban, se acababan, se soñaban, se exprimían, se arrugaban, se disfrutaban, se paseaban, se escalaban, se tapaban de la lluvia. Y después se dormían...

El quinto día no les hizo falta levantarse para ver el salón. Podían hacerlo desde el dormitorio. No había paredes. Chica empezó a llorar. Chico intentó consolarla, pero de su boca salió un discursó ininteligible hasta para él mismo. Entonces también lloró él. Primero sollozó en voz muy baja, como si no quisiera disturbar. Después todo su cuerpo comenzó a agitarse de una forma que recordaba al centrifugado de una lavadora. Chica articuló varias palabras sin sentido. Después decidió abandonar. Y, no pudiendo hacer otra cosa, se quedaron en silencio. Dentro de su dormitorio sin paredes, al borde de un salón sin suelo.

...Se desvestían, se acercaban, se añadían, se encaminaban, se probaban, se asomaban al mismo balcón, se estremecían, se desvivían, se nevaban, se contaban con las uñas, se mareaban, se entrecortaban, se modulaban, se caían, se metían dentro, se asfaltaban, se contraían, se afinaban, se afanaban, se desdibujaban, se sostenían, se devoraban. Y después se dormían...

El sexto día amaneció en la oscuridad. Chico y Chica permanecieron en la cama, cogidos de la mano. Su semblante no denotaba señal de alarma, sus ojos sólo reflejaban resignación. Estaban en al centro mismo del agujero. El interior de la casa había perdido suelo, paredes y todos sus muebles a excepción de la cama. Desde la profundidad en la que se encontraban no podían alcanzar ventanas ni puertas, pero aunque lo hubieran logrado no hubieran conseguido abrirlas, pues ellos mismos se habían encargado de cerrarlas herméticamente. Se despertaron en silencio y permanecieron en silencio. Durante minutos, o quizá años. Chica se dio cuenta de que ya no recordaba el momento en el que vio el agujero por primera vez. También llegó a pensar que quizá Chico tuviera razón y estuviera allí desde el principio. Chico fue incapaz de identificar el momento en que dejaron de entenderse. Le vino a la mente un período previo en al que parecían decírselo todo al revés, pero ni siquiera estuvo seguro de no haberlo soñado. En silencio. Continuaron en silencio. Por años, o quizá minutos ........................................................................................................................ Y entonces, como si hubiera recordado de pronto algo que tiene desde hace tiempo en la punta de la lengua, alguien alza la mano, y toca. Y otra vez se enredan, se interponen, se adjetivan, se despiertan, se acurrucan, se enlentecen, se detienen, se reanudan, se inmiscuyen, se zambullen, se entremezclan, se desatan, se discurren, se descubren, se sienten, se desmembran, se arrinconan, se superponen, se enquistan, se derriten...Y después, no se duermen, sino que continúan y se hilan, se rebosan, se huelen, se creen, se perdonan, se remiendan, se miran a través del agua, se lamen, se cristalizan, se concluyen y se vuelven a empezar, se convierten, se reciclan, se transforman, se deshielan, se progresan, se trocean, se regurgitan...y de golpe, o poco a poco, se entienden, y a través de las ventanas abiertas entra el mundo en forma de luz, y aquello que pisan es y siempre ha sido el suelo, y es su casa, y es su cama, es su salón inmerso en un silencio muy distinto al anterior. Y comprenden...justo antes de quedarse dormidos.

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